Los adultos que llevan niños a la escuela los exponen a riesgos por conductas de manejo peligrosas

Un estudio realizado en escuelas primarias urbanas de Canadá, publicado en Preventive Medicine Reports, documenta una alta incidencia de conductas peligrosas de conducción durante el ingreso escolar. Las observaciones revelan cómo el entorno físico y las decisiones de los adultos aumentan el riesgo vial para niños peatones y ciclistas.

Un estudio realizado en escuelas primarias urbanas de Canadá, publicado en Preventive Medicine Reports, documenta una alta incidencia de conductas peligrosas de conducción durante el ingreso escolar. Las observaciones revelan cómo el entorno físico y las decisiones de los adultos aumentan el riesgo vial para niños peatones y ciclistas.

Características del ensayo

El artículo incluye auditorías del entorno físico vial adyacente a las escuelas, con destaque de las señales de límite de velocidad, las zonas de estacionamiento designadas y la presencia de un guardia por cruce peatonal. Además, los autores asociaron la influencia del entorno de cada escuela con la promoción de la actividad física y la salud de los niños; para este objetivo, utilizaron las pautas del programa Entorno Activo de Vida (Active Living Environment – ALE) de Canadá.
Con el fin de registrar las reiteraciones de riesgo, los investigadores permanecieron de 5 a 20 minutos después del inicio de clases a ambos lados de las entradas principales de los edificios escolares. Entre las conductas encontraron llamativas repeticiones: retrocesos peligrosos; estacionamientos dobles; desobediencia de los controles de tráfico; giros en U; estacionamientos que interrumpen cruces; estacionar de tal manera que bloquee las líneas de visión de los usuarios de la vía pública; enviar mensajes virtuales mientras se conduce; hablar por teléfono durante el manejo del vehículo; dejar al niño en el lado opuesto de la calle para que luego cruce por el medio de la cuadra sin controles de tráfico.
La identificación de las escuelas con mayor y menor incidencia de comportamientos inseguros guardó relación con las pruebas del entorno físico próximo.
Los resultados de CHASE mostraron al menos una conducta que afectaba la seguridad vial del conjunto de las escuelas primarias. La menos frecuente fue usar el teléfono o enviar mensajes de texto (20 %), según lo visto en el 38 % de las escuelas de Calgary —uno de los centros urbanos canadienses donde se llevó a cabo la investigación—, porcentaje que no varió en las restantes ciudades.
La conducción arriesgada de los padres o encargados de llevar a niños a la escuela pone en peligro a sus hijos y a la comunidad. El estacionamiento doble, la desobediencia de los controles de tránsito y otros comportamientos inseguros e irresponsables ocurrieron en la mayoría (98 %) de las escuelas primarias durante los horarios de ingreso de los niños.
Predominó la falta que deja al estudiante en la vereda o acera opuesta a la puerta de entrada de la escuela, conducta que implica cruzar la calle por el medio de la cuadra sin los amparos de las esquinas que regulan el tráfico.
Los investigadores advierten que la conducción insegura aumenta (en un 45 %, como demuestran estudios anteriores citados por el artículo) la probabilidad de un incidente que involucre a niños y adultos peatones, así como a otros usuarios vulnerables (ciclistas, por ejemplo).

Identificación de los casos

Aunque los investigadores no monitorearon el exceso de velocidad, las escuelas con menos tipos de conductas de conducción riesgosas tenían más caminos adyacentes señalados con límites de velocidad de 30 o 40 km/h. Disponían también de sendas directas a las entradas y mayor número de restricciones para estacionar a sus lados, en comparación con las que concentraban más tipos de conductas riesgosas.
La selección al azar de los edificios permitió definir que la conducción peligrosa ocurre diariamente en casi todas las escuelas. Para evidenciarlo, el trabajo cuantifica sus consecuencias.

Riesgos predominantes

Las conductas de riesgo pueden tener un doble efecto negativo: aumentan las colisiones con usuarios vulnerables de la vía pública y disuaden el transporte escolar activo.
El artículo da cuenta de diversos comentarios de madres y padres, residentes de la zona, maestros y otras personas, referidos al momento caótico de dejar a los niños en la escuela.
Los lugares de descenso, los cambios físicos en las vías de acceso y los guardias apostados en los cruces podrían ayudar a reducir los comportamientos riesgosos, aunque los padres sientan la necesidad de llevar a sus hijos a la escuela, exponiendo a sus hijos y a sí mismos a problemas sistemáticos ocasionados, entre otras causas, por la planificación urbana y el acceso a las escuelas condicionado.
Los hallazgos del estudio constituyen incentivos para mejorar de inmediato el entorno de las escuelas, actitud que ayudaría a resolver la grave situación descripta.

Importancia de los transportes activos

El uso de vehículos privados para llevar a los niños a la escuela aumentó un 47,5 % entre 1969 y 2009, número que no solo refleja los alcances del problema en EE. UU., sino que también advierte en cifras el cambio de procedimientos en buena parte de Occidente.
Por el contrario, aclaran los autores, es fácil observar una disminución en el uso de medios de transporte activos, como caminar o andar en bicicleta, provechosos para la salud y el desarrollo infantil.
El transporte escolar activo puede mejorar la salud y el desarrollo infantil al aumentar la actividad física diaria y la movilidad independiente. Sin embargo, en América del Norte disminuyó sustancialmente, mientras que aumentó el uso del transporte escolar en vehículos privados, con el incremento proporcional de las actitudes imprudentes de los conductores durante las horas pico escolares. Las conductas de riesgo al volante están asociadas con atropellos a niños peatones cerca de las escuelas.
Por lo tanto, los ingresos a las escuelas pueden generar un alto volumen de tráfico con prácticas inseguras que exponen a los niños.
Las escuelas con menos conductas de riesgo obtuvieron puntuaciones ALE más favorables, con menos calles adyacentes y más extensiones de aceras que, al reducir el ancho de los carriles, forzaban a los vehículos a disminuir su marcha; disponían, además, de un mayor número de señalizaciones destinadas a restringir el estacionamiento y facilitar los accesos a las escuelas.
En general, el 55 % de las instituciones educativas contaban con guardias de cruce infantiles o adultos (o ambos cuidadores).

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