Más de 5.600 millones de personas viven en zonas propensas a dengue, chikungunya y Zika

Dengue, Zika y chikungunya comparten un mismo mapa de riesgo: América Latina, África y Asia concentran la mayor exposición mundial. Un estudio en Nature Communications estima que más de 5.600 millones de personas viven en zonas propicias para estos tres virus y propone una respuesta sanitaria coordinada, basada en modelos predictivos y vigilancia integrada.
Nature Communications

Dengue, Zika y chikungunya comparten un mismo mapa de riesgo: América Latina, África y Asia concentran la mayor exposición mundial. Un estudio en Nature Communications estima que más de 5.600 millones de personas viven en zonas propicias para estos tres virus y propone una respuesta sanitaria coordinada, basada en modelos predictivos y vigilancia integrada.

Introducción

Las enfermedades virales transmitidas por mosquitos del género Aedes —en particular dengue, chikungunya, Zika y fiebre amarilla— se han convertido en una amenaza creciente para la salud pública global. Estos arbovirus no solo afectan a millones de personas cada año, sino que también generan una carga económica significativa en regiones vulnerables, especialmente en América Latina, el África subsahariana y Asia meridional y sudoriental.

Diversos factores han contribuido a su propagación, incluyendo el cambio climático, la expansión urbana no planificada, la movilidad internacional, el deterioro ambiental y los sistemas de vigilancia insuficientes. Estos determinantes crean entornos propicios para la proliferación del mosquito Aedes aegypti, el principal vector de estos virus.

En este contexto, el artículo presenta un análisis global sin precedentes. A partir de un modelo ecológico predictivo multivariado y multienfermedad, ajustado por sesgos de vigilancia, los autores mapearon las zonas del mundo con mayor idoneidad para la transmisión de estos cuatro arbovirus y estimaron cuántas personas están potencialmente expuestas. El trabajo busca no solo describir el riesgo actual, sino también ofrecer herramientas para anticipar brotes, asignar recursos de forma más eficiente y orientar estrategias sanitarias integradas a nivel regional y global.

Enfoque y Resultados

El estudio utilizó una base de datos global con 21.349 puntos de ocurrencia documentada y aplicó un modelo conjunto de nicho ecológico ajustado por sesgos de vigilancia. Las variables consideradas incluyeron temperatura, precipitaciones, humedad, cobertura vegetal, densidad poblacional y acceso a servicios básicos.

Los principales hallazgos fueron:

  • Dengue, Zika y chikungunya presentan patrones geográficos superpuestos, con áreas de alta idoneidad en América Latina (Brasil, Colombia, México, Perú), África subsahariana, el sudeste asiático y la India.

  • Superposición espacial: el 78,3 % de los registros de chikungunya y el 83,7 % de Zika ocurrieron a menos de 50 km de registros de dengue.

  • Exposición poblacional:

    • 5.660 millones de personas habitan en áreas propicias para los tres virus mencionados.

    • 1.540 millones están en zonas de riesgo para fiebre amarilla, en 54 países de África y América del Sur.

  • Idoneidad ambiental sin casos: regiones como el sur de Europa, partes de China y Estados Unidos presentan condiciones aptas para transmisión, pero pocos casos registrados, lo que podría reflejar subregistro o sesgos en la vigilancia.

Discusión y Conclusión

El estudio demuestra que dengue, Zika y chikungunya no solo comparten vectores y factores ambientales similares, sino que también se superponen geográficamente en muchas de las regiones más densamente pobladas del planeta. Este hallazgo es clave para redefinir las estrategias de vigilancia y control de arbovirus desde un enfoque multisistémico e integrado.

Los autores proponen aprovechar esta superposición para articular campañas conjuntas de control vectorial, adaptar la distribución de vacunas en desarrollo, y diseñar mecanismos de alerta temprana que permitan una respuesta más rápida y coordinada ante brotes. También destacan la importancia de adaptar estas estrategias a las condiciones locales —climáticas, socioeconómicas y sanitarias—, especialmente en países de ingresos bajos y medios.

El modelo predictivo empleado representa un avance metodológico importante, ya que corrige posibles distorsiones generadas por la desigual calidad de los sistemas de vigilancia entre países. Gracias a ello, permite identificar zonas de riesgo que podrían estar invisibilizadas por falta de notificación, y priorizar acciones incluso en ausencia de datos clínicos consolidados.

Finalmente, se subraya la necesidad de continuar alimentando estos modelos con información actualizada y de calidad, especialmente en regiones del norte de África, Asia central y zonas rurales de América Latina, donde los datos son escasos o fragmentarios. De ese modo, estas herramientas podrán convertirse en instrumentos estratégicos para la planificación sanitaria, la cooperación internacional y la gestión de crisis epidemiológicas complejas.

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